Tercera Fase: Guerrillas


Durante la expulsión de los franceses de España permiten recuperar a Fernando VII EL TRONO DE 1814 donde Nicolás Bravo continúa la batalla después de la muerte de Morelos pero Francisco Javier con el apoyo de los ingleses y de la masonería y Vicente Guerrero apoyado por los liberales dieron como resultado el periodo de la decadencia en el ámbito económico.
Para que en 1820 Fernando VII aplica una política represiva contra los liberales da como resultado una sublevación liberal de España, en donde se instaura la constitución de Cádiz dejando ir a la iglesia sin derecho alguno en América, provocando que los peninsulares que querían un orden monárquico a lo que se hicieron juntas clandestinas para poder proclamar una independencia.
 En donde Agustín de Iturbide fue el que encabezo el levantamiento militar en la conspiración de la profesa, su primer paso era acabar con el movimiento de independencia uniendo fuerzas con Vicente Guerrero de esta unión surgiendo el ejercito trigoante con los colores verde, blanco y rojo; cada color significaba algo diferente el verde representaba independencia, el rojo la unión y por último el blanco que representaba la religión.
El día 24 de febrero de 1821 se da a conocer el plan de iguala declarando la independencia en la Nueva España para atraer a los sacerdotes realistas y liberales por una misma causa en donde se instauro el gobierno monárquico constitucionalista cuando España manda a perseguir a Juan de O´Donojo el cual es un político superior firma estos tratados.
 Después del fusilamiento de Morelos muchos insurgentes se dispersaron generando guerrillas aisladas que no representaron peligro para el gobierno novohispano. Mientras tanto en España, el rey regresó al poder tras la derrota de Napoleón en 1815, y se inició una política de “reconquista” de las colonias americanas. Al mismo tiempo, Juan Ruiz de Apodaca, nuevo virrey en 1816, implementó una doble política: por un lado declaró la amnistíao indulto para los insurgentes que quisieran dejar la guerra; por otro lado, inició una campaña militar persiguiendo ferozmente a los insurgentes. 
A pesar de ello, la lucha revolucionaria no se acabó, en algunas partes del territorio se mantuvieron brotes guerrilleros, principalmente las comandadas por Vicente Guerrero en las montañas del Sur, por Guadalupe Victoria en Veracruz y por Francisco Javier Mina en el Bajío.Después de estas acciones militares, los insurgentes que no pidieron el indulto fueron cayendo poco a poco, para 1819 solo quedan algunos brotes guerrilleros como los de Pedro Ascencio y Vicente Guerrero.

Biografías de Personajes Importantes de la Fase de Guerrillas.

Fernando VII

Fernando VII
Rey de España (El Escorial, 1784 - Madrid, 1833). Era hijo de Carlos IV: ya como príncipe de Asturias conspiró contra su padre, agrupando a su alrededor a los descontentos con la política del valido Manuel Godoy en un partido fernandista con cierto apoyo cortesano y popular. Descubierta la conspiración, el príncipe fue condenado por el proceso de El Escorial (1807), aunque enseguida pidió y obtuvo el perdón de su padre.
Ello no le impidió encabezar el motín de Aranjuez, por el que arrebató el trono a Carlos IV y derribó a Godoy del poder (1808). Fernando, que había mantenido contactos con Napoleón a lo largo de sus conspiraciones, se encontró en aquel mismo año con que el emperador invadía España y le hacía apresar y conducir a Bayona (Francia); allí le obligó a devolver la Corona a Carlos IV, sólo para forzar que éste abdicara el trono español en el propio hermano del emperador, José I Bonaparte.
Mientras Fernando permanecía recluido en Valençay (Francia), fue el pueblo español el que asumió por su cuenta la resistencia contra la ocupación francesa y el proceso revolucionario que había de conducir a las Cortes de Cádiz a elaborar la primera Constitución española en 1812; durante la consiguiente Guerra de la Independencia (1808-14), el rey cautivo se convirtió en un símbolo de las aspiraciones nacionales españolas, motivo al que se debe que recibiera el sobrenombre de el Deseado.
Derrotados militarmente los franceses, Fernando VII recuperó el trono por el Tratado de Valençay (1813); tan pronto como llegó a España se apresuró a seguir la invitación de un grupo de reaccionarios (Manifiesto de los Persas) y restablecer la monarquía absoluta del siglo anterior, eliminando la Constitución y la obra reformadora realizada en su ausencia por las Cortes (1814).
El resto del reinado de Fernando VII estuvo marcado por su resistencia a reformar las caducas estructuras del Antiguo Régimen, acompañada de una represión sangrienta contra los movimientos de inspiración liberal. Durante los «seis mal llamados años» (1814-20) se limitó a restaurar la monarquía absoluta como si nada hubiera ocurrido desde 1808, agravando los problemas financieros derivados de la pervivencia de los privilegios fiscales y la insuficiencia del sistema tributario tradicional; un endeudamiento creciente ahogaba a la Hacienda Real, al tiempo que España perdía todo protagonismo internacional (la participación en el Congreso de Viena de 1815 se saldó sin beneficio alguno para el país).
Incapaz de reaccionar ante el proceso de emancipación de las colonias americanas, Fernando VII permitió prácticamente que consolidaran su independencia de España; cuando, en 1820, reunió en Andalucía un ejército expedicionario destinado a recuperar el control sobre América, éste se pronunció bajo el mando del general Rafael del Riego y puso en marcha un proceso revolucionario que obligó al rey a aceptar la restauración de la Constitución de 1812.
Durante el siguiente Trienio Liberal (1820-23), Fernando intentó salvar el trono fingiendo admitir su nuevo papel de monarca constitucional, pero utilizó todos los recursos que pudo para hacer fracasar el régimen y obstaculizar las reformas de las Cortes y los gobiernos liberales: conspiró para organizar un golpe de Estado de la Guardia Real en Madrid, que fracasó en 1822; posteriormente llamó en su ayuda a las potencias absolutistas de la Santa Alianza, hasta propiciar una nueva invasión francesa de la Península, la campaña de los «Cien mil hijos de San Luis» que, bajo el mando del duque de Angulema, derribó el régimen constitucional y repuso a Fernando VII como rey absoluto (1823).
Se inició entonces la «Ominosa Década» (1823-33), durante la cual Fernando VII exacerbó su odio vengativo contra todo atisbo de liberalismo, mientras dejaba que se consumara la pérdida del imperio español en América: anuló una vez más toda la obra legislativa de las Cortes constitucionales, abocó a la Hacienda a la quiebra y ahogó en sangre nuevos pronunciamientos liberales.
En los últimos años de su reinado, sin embargo, las preocupaciones políticas del monarca vinieron de otro lado: en 1830 Fernando VII promulgó por fin la Pragmática Sanción aprobada por las Cortes de 1789, en la que se abolía la Ley Sálica, volviendo al derecho sucesorio tradicional castellano que permitía que heredaran el trono las mujeres; decisión oportuna, ya que en aquel mismo año nació por fin un heredero de su cuarto matrimonio con su sobrina María Cristina de Borbón, pero resultó ser mujer (la futura Isabel II de España).
Esta situación desató las iras del príncipe Carlos María Isidro de Borbón, hermano del rey, que se vio apartado de la sucesión en beneficio de su sobrina, y pasó a encabezar desde entonces el descontento de los ultrarrealistas, reacios a cualquier apertura o compromiso con el signo de los tiempos, que era inequívocamente liberal en toda Europa. Los realistas puros habían protagonizado ya una sublevación en Cataluña en 1827 (la Rebelión de los Agraviados) y en los últimos años del reinado se preparaban para afrontar una contienda civil; su intransigencia hizo mella en el rey, quien en un momento de enfermedad derogó la Pragmática, para volverla a promulgar una vez sano (1832). Con todo ello alentó la escisión dinástica que condujo al país a la Primera Guerra Carlista (1833-39), una vez muerto Fernando VII y gobernando María Cristina de Borbón como regente en nombre de su hija, Isabel II.
Nicolás Bravo
(Chilpancingo, 1776 - 1854) Militar y político mexicano que fue presidente de la República en 1839, entre 1842 y 1843 y en 1846. Los enfrentamientos entre monárquicos y republicanos caracterizaron los primeros años de la independencia de México; con la caída de Iturbide en 1823, cobraron fuerza entonces las disensiones entre republicanos federalistas y centralistas. Tras atesorar un merecido prestigio en la lucha contra los españoles y contra Iturbide, Nicolás Bravo se convirtió en uno de los más relevantes caudillos de la facción centralista conservadora y llegó a ocupar la presidencia en tres ocasiones, si bien sus mandatos no excedieron la insoslayable brevedad de aquellos tiempos convulsos.
Hijo de un rico hacendado criollo, creció en un ambiente de rechazo crítico a las actuaciones de la corona en Nueva España. Su padre Leonardo y un hermano suyo participaron en los primeros levantamientos insurgentes, por lo que en 1810, en plena juventud, Nicolás Bravo decidió incorporarse a las fuerzas rebeldes mandadas por su padre, pasando en mayo del año siguiente a servir a las órdenes de Hermenegildo Galeana, líder insurgente en el vecino Estado de Morelos. Participó en diversas acciones, tanto en su tierra natal (actuando en la vanguardia del ataque al pueblo de Chichihualco, donde tenía la hacienda su familia) como en el Estado de Morelos, pero también extendió sus correrías hasta Veracruz, distinguiéndose en la defensa de Cuatla, a las órdenes del general Morelos.
En el desarrollo de estas acciones, Nicolás Bravo adquirió la reputación de soldado "generoso y magnánimo" (según don Lucas Alamán), al perdonar la vida y otorgar la libertad a los 300 soldados realistas que en agosto de 1812 habían caído en su poder en San Agustín del Palmar, cerca del puerto de Veracruz. Se dio la coincidencia de que poco después recibió la noticia de la prisión de su padre y la oferta de indulto del virrey si se arrepentía y presentaba. Nicolás Bravo decidió liberar a los presos en lugar de fusilarlos para diferenciar la causa de la Independencia de la barbarie virreinal, según relato del mismo a Lucas Alamán. Algunos autores llamaron a este gesto "la venganza de Bravo".
Nicolás Bravo fue uno de los oficiales que mayor prestigio y victorias ofreció a los seguidores de José María Morelos, al que acompañó en la toma de Oaxaca y en el sitio de Acapulco. Acantonado en Chilapa, siguió desde las tierras del sur las vicisitudes de la insurgencia y la convocatoria del Congreso de Chilpancingo (que apoyaría el nombramiento de generalísimo a favor de Morelos), así como la posterior caída de Morelos tras la derrota de Valladolid y la dispersión del Congreso.
En los primeros meses de 1817, siguiendo órdenes de la Junta de Xauxilla, arrestó a Ignacio López Rayón, que se negaba a obedecer la autoridad de la Junta. Poco después se encerró en Cóporo, que defendió durante algunos meses. Finalmente, se retiró a reponerse y descansar en la hacienda familiar, cercana a Chilpancingo, donde fue hecho prisionero a comienzos de 1818. Trasladado a la ciudad de México, permaneció en prisión hasta que, con motivo del cambio de régimen y el triunfo constitucional, le llegó el indulto en 1820.
Adherido al Plan de Iguala, reunió una fuerza militar con la que se presentó ante la ciudad de Puebla, sitiada por el general Agustín de Iturbide. Tras esta acción, Iturbide le concedió el rango de coronel del ejército republicano. Nombrado Consejero de Estado y miembro de la segunda Regencia del 11 de abril al 18 de mayo de 1822, asistió a la llegada del virrey Juan O'Donojú y participó en los primeros enfrentamientos políticos que precedieron a la exaltación de Iturbide como emperador.
Republicano convencido, se opuso sin embargo en 1823 a las pretensiones del nuevo mandatario y, junto con Vicente Guerrero, dirigente del ala más liberal de la insurgencia, escapó de la capital y se adhirió a la revuelta encabezada por Antonio López de Santa Anna en Veracruz. Se enfrentó con Guerrero al brigadier Armijo y fue derrotado en la batalla de Almolonga (25 de enero de 1823), entre Chilapa y Tuxtla. Tras numerosas acciones, formó con Antonio León una Junta de Gobierno en Oaxaca e hizo su entrada en Puebla, al frente del ejército llamado "libertador". Unido a los demás líderes republicanos, consiguió la renuncia del emperador a comienzos de 1823.
Centralistas y federalistas
En la división política que siguió a la deposición de Iturbide, Nicolás Bravo fue considerado uno de los primeros dirigentes de la masonería escocesa, conservadora y centralista, frente a los grupos seguidores del embajador Joel R. Poinsett, adheridos al rito yorkino, federalista y radical. Tras la aprobación de la Constitución, el congreso lo nombró miembro del poder ejecutivo que sucedió a Iturbide, cargo en el que cesó el 1 de octubre de 1824, al producirse la subida al poder de Guadalupe Victoria, que lo designó vicepresidente.
Nicolás Bravo había representado a la facción moderada, inclinada hacia una solución borbónica y monárquica; pero al cancelarse los artículos del Plan de Iguala que abogaban por ella, encabezó el partido conservador, que pretendió instaurar una República indivisible y centralista. Siendo vicepresidente de la República, encabezó en 1827 la rebelión conservadora en apoyo de Manuel Gómez Pedraza frente a Guadalupe Victoria, tenido por excesivamente radical, solicitando al mismo tiempo la expulsión del embajador Poinsett.
Bravo se enfrentó a Guerrero, pero fue derrotado y hecho prisionero ante la ciudad de Tulancingo, por lo que se le sometió a un gran jurado que solicitaba la pena capital. Sin embargo, el Tribunal Supremo, a petición de sus numerosos seguidores, aceptó la indulgencia del presidente Victoria, que le conmutó la pena por el destierro temporal. Exiliado en Guayaquil (Ecuador) durante algunos meses, regresó al país tras la amnistía de 1829.
Al producirse ese mismo año el nombramiento de Vicente Guerrero como segundo presidente de la República, Nicolás Bravo consiguió que la vicepresidencia recayera en uno de sus partidarios, el general Anastasio Bustamante. Se iniciaba de este modo una de las crisis más graves del nuevo estado, ya que Bustamante encabezó una revuelta política contra el presidente; era la expresión de una profunda división entre ambos partidos, que acentuó la quiebra institucional.
Con el apoyo de Lucas Alamán, líder indiscutible del partido conservador, Bravo ocupó el puerto y la fortaleza de Acapulco, de la que fue posteriormente desalojado; sin embargo, en enero de 1831 logró vencer en Chilpancingo a las fuerzas de su antiguo compañero de armas. Por esta acción el congreso le otorgó una espada de honor, considerando esa batalla como decisiva para el triunfo de los conservadores sobre la revolución. El posterior asesinato de Guerrero vino a enturbiar la confirmación de aquella época de gloria.
En los dos años de gobierno alamanista, bajo la presidencia de Bustamante, Nicolás Bravo se mantuvo aislado y alerta en las tierras del sur. Atraído sin embargo por la causa del general Santa Anna, participó en alguna de sus acciones militares y obtuvo el mando del ejército del Norte, a pocos meses de los desgraciados sucesos ocurridos en Texas y de la derrota de Santa Anna. Inmediatamente después volvió a retirarse a Chilpancingo, donde permaneció algunos años.
En 1839 el general Santa Anna lo llamó nuevamente para que asumiera, en ausencia del presidente Bustamante, la presidencia del Consejo, jurando el 10 de julio ante el Congreso como presidente interino de la República, en medio de un gran escándalo. Durante los diez días que duró su mandato, se dice que atendió diligentemente a los asuntos de gobierno y que actuó con energía en la represión de la delincuencia. Tras su cese, regresó algunos meses a su hacienda familiar.
En la presidencia
Elegido diputado por el Estado de México, volvió al Congreso en enero de 1841 y fue elegido presidente del Consejo, en sustitución y por ausencia del general Santa Anna, tomando posesión el 26 de octubre de 1842. A pesar de su enfrentamiento con un Congreso de mayoría liberal, que pretendía la redacción de una nueva Constitución, gobernó con decisión y energía, llamó a Lucas Alamán para que redactara un "Plan para el desarrollo de la industria nacional" y ordenó la instalación en toda la república de Juntas de fomento comercial e industrial.
A finales de año, incapaz de mantener la situación que le enfrentaba con la Cámara, el partido conservador decidió la disolución del Congreso, calificado de revolucionario, y el nombramiento de una Junta de Notables llamada "nacional legislativa", compuesta por 80 personas de "probada distinción científica y patriotismo", que abrió sus sesiones el 6 de enero de 1843. Para llevar a cabo esta auténtica "revolución de palacio", Bravo contaba con las páginas del Diario Oficial, que se llenó de adhesiones, mientras disolvía las juntas disidentes y restringía la libertad de imprenta.
A pesar de todo, tuvo tiempo para iniciar algunas obras importantes, como el intento de comunicar ambos océanos a través del estrecho de Tehuantepec, el comienzo de las obras del puerto de Goatzacoalcos, la recluta de un nuevo cuerpo militar, la concesión de algunos títulos de ciudades, el uso de papel de fabricación mexicana en las oficinas públicas y el establecimiento de una Casa de Moneda en Culiacán. Disgustado con el general Mariano Paredes, que, a pesar de su enemistad con el general Santa Anna, había aceptado el nombramiento de comandante militar de México, se enfrentó con él e inició su procesamiento por insubordinación. Finalmente, cansado de actuar como tapadera del poder en la sombra, el general Bravo renunció en mayo de 1843, cediendo la presidencia a Santa Anna y retirándose de la política durante algo más de un año.
Llamado para reprimir la revolución indígena que acababa de estallar en Chilapa, regresó al ejército a finales de 1844 y permaneció en el Sur hasta la caída de Santa Anna en diciembre de ese año, siendo nombrado general en jefe del ejército que defendía a los supremos poderes. Poco después se adhirió al Plan de San Luis, acaudillado en esta ocasión por el general Paredes. Paredes lo recompensó con el nombramiento de comandante general y gobernador del Departamento de México, siendo responsable de la reorganización administrativa y militar de este Estado.
En las elecciones de 1846 a la presidencia compitió con el general Paredes, fue elegido vicepresidente y lo sustituyó el 28 de julio, al encargarse Paredes del mando del ejército que tenía que hacer frente a la invasión de las tropas estadounidenses. Bravo intentó gobernar desasistido de cualquier apoyo, mientras las fuerzas políticas y militares se polarizaban en torno a Paredes y a Santa Anna, hasta que el levantamiento del general Salas, el 4 de agosto en La Ciudadela, actuó como detonante inmediato de su destitución.
Apartado de cualquier actividad, la invasión norteamericana le obligó a volver al servicio de la patria, y fue nombrado comandante general de Puebla. Tras retirarse a las líneas defensivas del sur de la capital, le correspondió dirigir la defensa de Chapultepec, pronto convertida en aplastante derrota. Fue hecho prisionero por los americanos el 13 de septiembre. Calificado de traidor por el general Santa Anna, se enfrentó con éste en amarga y áspera disputa.
Finalmente se retiró a Chilpancingo, viviendo en alejamiento y oscuridad durante cerca de siete años. En 1854 el general liberal Juan Álvarez publicó el Plan de Ayutla, un manifiesto en contra de Santa Anna, solicitando el apoyo y la adhesión de Bravo, pero éste se negó a aceptarlo alegando su mal estado de salud y su desacuerdo con los puntos de vista de los conspiradores. El 22 de abril de 1854, Bravo y su esposa fallecieron al mismo tiempo de manera repentina, lo que hizo correr el rumor de un envenenamiento. Según algunos historiadores, el fusilamiento del doctor Avilés, médico de Bravo, podría considerarse como una prueba de complicidad.
Vicente Guerrero
Procedente de una familia de campesinos y arrieros de origen mestizo, Vicente Guerrero trabajó desde su juventud como arriero, labor que lo llevaría a recorrer continuamente su región natal. Allí se hallaba cuando, el 16 de septiembre de 1810, se inició el levantamiento independentista del cura Miguel Hidalgo. Un mes después, el cura Hidalgo encargó a José María Morelos llevar la insurrección al sur del país. A lo largo de la primera campaña de Morelos en el sur de México, que se prolongó hasta agosto de 1811, fueron muchos los que se unieron a él; entre ellos se hallaba Hermenegildo Galeana, que había sido enviado por José María Morelos para tomar Taxco, y que convenció a Vicente Guerrero para que se sumara al movimiento independentista.
Morelos reconoció los méritos de Guerrero y le otorgó el grado de capitán, ordenándole instruirse en el manejo de las armas, la fabricación de pólvora y las estrategias de guerra. Cuando el cura Hidalgo fue detenido y ejecutado en julio de 1811, el liderazgo de la revuelta pasó a manos de Ignacio López Rayón y José María Morelos. Siempre al servicio de Morelos, en 1812 tomó parte en la conquista de Oaxaca, y de nuevo por su demostración continua de valor fue ascendido a teniente coronel.
Comisionado por Morelos para que reforzara la zona costera del sur, Vicente Guerrero conquistó Puerto Escondido y Santa Cruz de Huatulco y participó en la toma de Acapulco. En 1814, Guerrero y su ejército escoltaron a los miembros del Congreso a Tlacotepec para darles seguridad, y después fue enviado a la mixteca como apoyo a las fuerzas insurgentes de Juan N. Rosáins y Ramón Sesma. Su táctica consistía en ataques sorpresivos y rápidos, lo cual le dio gran fama por su efectividad.
En 1815, tras la aprehensión y fusilamiento de Morelos, Guerrero se replegó a la sierra del Sur. Al relevar a Morelos en el liderazgo de la causa emancipadora, Guerrero se convirtió en la última cabeza visible de un levantamiento que parecía ya definitivamente sofocado: los jefes insurgentes Rosáins y Sesma aceptaron el indulto del gobierno; las tropas realistas controlaban ya casi todo el territorio mexicano. El virrey español Juan Ruiz de Apodaca intentó coaccionar a Guerrero, valiéndose de su padre, para que también él aceptara el indulto, pero se negó. En 1818 Guerrero, reconocido como general en jefe del ejército del Sur, mantenía contacto con Pedro Ascencio, en la zona de Iguala y Taxco.
La independencia
Cuando aquella primera intentona independentista parecía agonizante, el inicio en España del trienio liberal (1820-1823) dio un giro a la situación. Entre las élites coloniales empezaron a gestarse conspiraciones para impedir la implantación de un régimen liberal. A finales de 1820 el coronel Agustín de Iturbide fue designado por el virrey Apodaca para que pusiera fin a la insurgencia. Viendo que no podía derrotar fácilmente a Guerrero y consciente de que las autoridades virreinales podían aceptar la independencia como modo de preservar el régimen absolutista, Iturbide se pasó al bando insurgente y redactó el llamado Plan de Iguala (1821), programa político integrado por una proclama de independencia y un plan para el establecimiento de un Gobierno mexicano.
Con el apoyo de Guerrero, Iturbide avanzó al frente de su Ejército Trigarante hacia Ciudad de México, ganando adhesiones en todas partes. En septiembre de 1821, Iturbide entró triunfalmente en la capital, proclamó la independencia y se puso al frente de un gobierno provisional. Pero cuando, un año después, Iturbide se coronó emperador de México, Guerrero tomó las armas para apoyar la sublevación republicana del general Antonio López de Santa Anna. Iturbide cayó en 1823, y, tras un periodo constituyente, el Congreso eligió como primer presidente de la República de México a Guadalupe Victoria (1824-1829), quien incluyó en su primer gabinete a Vicente Guerrero como ministro de Guerra.

Guerrero apoyó incondicionalmente al presidente Guadalupe Victoria y se afilió a la logia masónica yorkina. A las numerosas dificultades políticas y económicas que hubo de encarar el presidente Victoria hubo que sumar, en efecto, el enfrentamiento subterráneo entre las sociedades secretas que pugnaban por el poder político. Las dos más importantes, la logia yorkina y la escocesa, tenían idearios antagónicos. La escocesa, conservadora y centralista, contaba con muchos españoles entre sus miembros. La yorkina, demócrata y liberal, reunía a federalistas y antiespañolistas.
El desmantelamiento en 1827 de una conspiración españolista supuso un triunfo para la logia yorkina, pero pronto surgieron divisiones en el seno de la misma. Para la elección presidencial de septiembre de 1928, una parte de sus miembros apoyaba la candidatura de Vicente Guerrero, mientras otra facción prefería la del moderado Manuel Gómez Pedraza. Éste último resultó elegido, pero las irregularidades detectadas en el proceso electoral y las rivalidades internas desencadenaron el levantamiento llamado de La Acordada, dirigido en la capital por el propio Guerrero y apoyado por el general Santa Anna, que exigía la anulación de las elecciones. Sometido a una fuerte presión, el Congreso acabó por destituir a Gómez Pedraza y proclamó presidente constitucional a Guerrero.
El mandato de Vicente Guerrero sería muy breve: desde abril hasta diciembre de 1829. El nuevo presidente quiso llevar a la práctica un programa de reformas radicales; la primera de ellas fue el tercer decreto para la abolición de la esclavitud, que tendría efectos definitivos. Sin embargo, la gran mayoría de sus iniciativas legislativas, ya fueran de tipo económico o de reforma social, resultaron inefectivas a causa de la grave penuria en que se hallaban las arcas públicas.
En septiembre de 1829, para complicar más la situación, un ejército comandado por general Isidro Barradas protagonizó el último intento de la monarquía española de recuperar su antigua colonia. El general Antonio López de Santa Anna logró derrotar a los españoles, incrementando así todavía más su prestigio, y se unió al vicepresidente Anastasio Bustamante para derrocar a Guerrero. De nuevo bajo presión, el Congreso declaró a Guerrero incapacitado para el gobierno y nombró presidente a Anastasio Bustamante (1830-1832).
En un denodado intento de recuperar el poder, Vicente Guerrero emprendió una rebelión armada que obtuvo resonantes éxitos, especialmente tras la derrota del ejército de Armijo en Texca. Para conjurar el peligro que suponía Guerrero, Bustamante y su ministro de Guerra, José Antonio Facio, fraguaron una traición. Éste último contrató los servicios de un mercenario genovés llamado Francisco Picaluga; en Acapulco, Picaluga invitó a Guerrero a subir a bordo del bergantín El Colombo. Allí fue hecho preso y, tras ser llevado a Oaxaca, se le sometió a un juicio sumarísimo y fue fusilado en Cuilapan el 14 de febrero de 1831.
Por su traición, Picaluga recibió del ministro de Guerra cincuenta mil pesos; en tal cantidad se tasó la valía de un patriota que había dedicado veinte años de su vida a edificar una nación libre y justa. Sólo póstumamente se reconocieron sus méritos y su papel trascendental en la emancipación del país y en la fundación de la República: en 1833 fue declarado benemérito de la patria, y, en 1849, el recién creado Estado de Guerrero recibió su nombre en su honor.
Francisco Javier Mina
Francisco Xavier o Javier Mina; Idocín, 1789 - México, 1817.Guerrillero español. En el transcurso de la Guerra de la Independencia Española (1808-1814), desatada como consecuencia de la invasión napoleónica, Francisco Xavier Mina destacó en los dos asedios franceses de Zaragoza. Unido a su tío, el general Francisco Espoz y Mina, formó una guerrilla y luchó sin cesar contra los franceses en Navarra, Aragón y La Rioja, hasta caer prisionero en el asedio de Labiano (1810).
De talante liberal, rechazó la política absolutista llevada a cabo por el rey Fernando VII, repuesto en el trono tras la derrota y retirada de las tropas francesas. Después de un fallido alzamiento contra el monarca español, Francisco Xavier Mina marchó a Londres, de donde pasó a México a luchar por su independencia. En 1815, agentes de la insurgencia mexicana en Europa, entre los que se encontraba fray Servando Teresa de Mier, se pusieron en contacto con el liberal español, que decidió armar una expedición. El 15 de abril de 1817 desembarcó en Soto la Marina, donde leyó una proclama a los americanos.
Mina identificaba la lucha de los independentistas con el combate al absolutismo; en México, sin embargo, los insurgentes ya no luchaban por la Constitución de Cádiz, y su iniciativa despertó la desconfianza de algunos. La expedición no duró mucho; en 1817, Mina fue derrotado y hecho prisionero en el rancho El Venadito, cerca de Guanajuato. Fue fusilado el 11 de noviembre de 1817.
Agustín de Iturbide
Hijo de un terrateniente español y una criolla noble, Agustín de Iturbide dejó muy pronto sus estudios en el seminario de su población natal para enrolarse en el ejército realista a la edad de catorce años. A los 22 se casó con Ana María Huarte, con quien tendría seis hijos. En 1810 se negó a participar en la insurrección contra los españoles dirigida por el cura Miguel Hidalgo, y defendió la ciudad de Valladolid contra las fuerzas revolucionarias; su notable actuación le valió el ascenso a capitán.
Con este nuevo grado, Agustín de Iturbide combatió a las guerrillas independentistas, y acabó por capturar a Albino Licéaga y posteriormente al líder que, tras la muerte de Hidalgo en 1811, había tomado las riendas de la insurgencia: Ignacio López Rayón. Este logro le valió el ascenso a coronel. Posteriormente fue nombrado comandante general de la provincia de Guanajuato, donde se distinguió por su implacable persecución de los rebeldes.
Con la captura y ejecución en 1815 del sucesor de López Rayón, José María Morelos, la sublevación independentista pareció definitivamente sofocada; quedaba únicamente como cabeza visible Vicente Guerrero, que se replegó hacia el sur. Un año después, diversas acusaciones (abuso de autoridad y malversación) propiciaron que el virrey Félix Calleja destituyera a Iturbide, pero fue absuelto de todos los cargos gracias al apoyo del auditor Bataller.
En 1820, y por peregrinos caminos, el proceso emancipador resurgió de sus cenizas. En la metrópoli, el pronunciamiento de Rafael de Riego contra el absolutismo de Fernando VII daba inicio al trienio liberal (1820-1823); el monarca español se vio obligado a jurar la constitución de Cádiz.
En el virreinato, la oligarquía absolutista veía peligrar sus privilegios; los conspiradores del llamado Plan de la Profesa querían impedir a toda costa la deriva liberal, llegando a plantearse el establecimiento en México de una monarquía independiente, cuyo cetro sería ofrecido a un príncipe borbón. El virrey Juan Ruiz de Apodaca nombró a Agustín de Iturbide comandante general del Ejército del Sur y le encomendó la tarea de someter o ganar para su causa a las tropas de Vicente Guerrero.
Al comprender que no conseguiría derrotar fácilmente a Guerrero, Iturbide se sumó a la causa independentista, sabedor de que las élites del virreinato, antes que aceptar un régimen liberal, preferirían la independencia como modo de perpetuar el absolutismo en el país. Iturbide se reunió con Guerrero y, juntos, presentaron el llamado Plan de Iguala (24 de febrero de 1821), un programa político cuyos objetivos se basaban en tres principios irrenunciables: la independencia de México, la igualdad de derechos para españoles y criollos y la supremacía de la Iglesia Católica en el nuevo estado.
Los tres puntos del Plan facilitaron la adhesión de amplias capas y estamentos sociales: el clero, los antiguos revolucionarios independentistas (que volvieron a tomar las armas), los comerciantes y terratenientes conservadores e incluso los realistas, por las razones indicadas. El Ejército Trigarante de Iturbide (así llamado por sustentar las tres garantías del Plan) engrosó rápidamente sus filas y pasó a dominar todo el país. En vista de ello, el nuevo virrey de España, Juan O'Donojú, firmó el tratado de Córdoba (24 de agosto de 1821), por el que se reconocía la independencia de México.
El 27 de septiembre de 1821, Agustín de Iturbide entró triunfalmente en la ciudad de México, donde fue aclamado como un héroe, y al día siguiente proclamó la independencia al frente de una Regencia con poderes ejecutivos, entre cuyos cinco miembros se hallaba O'Donojú; al fallecer éste al mes siguiente, Iturbide quedó libre de todo control político.
En febrero de 1822, Iturbide convocó un Congreso Constituyente. Por el tratado de Córdoba, el México independiente había de llamarse Imperio mexicano y configurarse como una monarquía constitucional en la que perduraría la dinastía borbónica. Pero el mismo Congreso reflejó las disensiones al respecto: estaba representada una importante facción republicana, y los monárquicos se dividían en borbónicos, partidarios de entregar el trono a un príncipe español, e iturbidistas, que querían coronar emperador al mismo Iturbide.
Un motín popular encabezado por el sargento Pío Marcha, que apoyaba esta última opción, precipitó las discusiones del Congreso, que el 19 de mayo proclamó emperador a Iturbide con el nombre de Agustín I. En medio de la alegría general, los republicanos hubieron de sufrir, además, que el Congreso declarase hereditaria la sucesión al trono.
Durante los apenas diez meses que duró su reinado, la falta de apoyos más allá del de sus partidarios incondicionales y las impopulares medidas encaminadas a resolver los graves problemas financieros fueron debilitando su posición. Muy pronto hubo de enfrentarse a una conspiración de carácter republicano. Iturbide decidió entonces disolver el Congreso (octubre de 1822) y nombró una Junta Nacional Instituyente que actuaba por completo a su servicio.
La detención y persecución de muchos miembros del Congreso, sin embargo, no hizo más que unir a la oposición republicana y borbónica. Por otra parte, el giro absolutista de Iturbide no contribuía a mejorar las relaciones con España, cuyo gobierno liberal había desautorizado la actuación del virrey O'Donojú y se negaba a reconocer la independencia; en noviembre, las Cortes españolas declararon nulo el tratado de Córdoba, agitando el fantasma de la involución.
En esa tesitura, el gobernador de Veracruz, Antonio López de Santa Anna, intentó infructuosamente apoderarse del castillo de San Juan de Ulúa, último reducto español. Iturbide cesó en sus funciones a Santa Anna por este fracaso, y la reacción no se hizo esperar: Santa Anna proclamó la República (diciembre de 1822), e inmediatamente recibió el apoyo de otros generales, e incluso de las tropas que en principio debían acabar con la revuelta.
En marzo de 1823, Iturbide se vio obligado a abdicar. Se exilió en Europa y un año después volvió a su país, ignorando que el Congreso mexicano lo había declarado traidor. Detenido a su llegada, el forjador de la independencia fue fusilado por soldados compatriotas a los cuarenta y un años de edad. Tardaría años en ser reconocido como padre de la patria; en 1838, bajo la presidencia de Anastasio Bustamante, sus restos fueron inhumados con honores en la Capilla de San Felipe de Jesús de la catedral capitalina.
Juan de O´donojú
(Sevilla, 1726 - México, 1821) Militar y administrador colonial español, último virrey de México. Después de combatir en la guerra de la Independencia española y ser gobernador militar de Andalucía en 1820, se dirigió al territorio de Nueva España para ejercer el virreinato por encargo del segundo gobierno constitucional español del Trienio Liberal.
Llegó a Veracruz en julio de 1821 y pronto percibió que los insurgentes, quienes habían depuesto al virrey anterior, Juan Ruiz de Apodaca, tras proclamar cinco meses antes el Plan de Iguala, dominaban casi todo el territorio novohispano. Comandados los independentistas por Agustín de Iturbide, decidió firmar con éste el Tratado de Córdoba (el 24 de agosto de ese año), por el cual se reconocía la independencia de México.
Juan O'Donojú entregó el gobierno de Nueva España a Iturbide, rompiendo con ello los vínculos que unían a México con España. Antes de dimitir, hizo reconocer su autoridad ante el virrey usurpador Francisco Novella y entró en la ciudad de México, el 26 de septiembre, para ponerla un día más tarde a disposición de Iturbide. Se adhirió al movimiento libertador, participó en la junta que redactó el acta de independencia mexicana y falleció muy poco después (el 8 de octubre de 1821) en la ciudad de México.
Antonio López de Santa Anna
Nacido en Jalapa, Antonio López de Santa Anna se trasladó con su familia a Veracruz cuando su padre, notario de profesión, recibió un nuevo destino. Ingresó muy joven en el Ejército Real de la Nueva España, contrariando con ello los designios paternos, y era capitán del ejército español cuando estalló en 1810 la insurrección anticolonial liderada por Miguel Hidalgo. A lo largo de aquella década, Santa Anna combatió a los independentistas desde el bando virreinal.
La sublevación independentista parecía definitivamente sofocada cuando el advenimiento en España del trienio liberal (1820-1823) dio un giro a la situación. En 1821 Agustín de Iturbide, que al igual que Santa Anna había combatido la insurrección desde las filas realistas, acordó con el último de los rebeldes el llamado Plan de Iguala, un programa político independentista que ganó rápidamente adhesiones y le permitió formar un poderoso ejército.
Antonio López de Santa Anna figuró entre los muchos que se adhirieron tempranamente al Plan de Iguala. El apoyo a Iturbide de antiguos realistas no debe sorprender, ya que ni siquiera las élites virreinales eran del todo reticentes: en algunos de sus círculos se veía con buenos ojos el establecimiento de una monarquía independiente como medio para eludir la implantación de un régimen liberal y perpetuar el absolutismo.
En septiembre de 1821, al frente de su Ejército Trigarante (así denominado por su compromiso con los tres principios del Plan de Iguala), Iturbide entró triunfalmente en la capital mexicana, declaró la independencia y formó un gobierno provisional. Pero en mayo del año siguiente, un Congreso Constituyente proclamó a Iturbide emperador del nuevo Imperio mexicano, ganándose la animadversión tanto de los monárquicos (que querían coronar a un príncipe español) cono de los republicanos, nada dispuestos a permitir que México se convirtiese en una monarquía hereditaria. A finales de 1822, Antonio López de Santa Anna encabezó la sublevación republicana que derrocó al régimen autocrático de Iturbide y abrió el proceso para convertir a México en una República federal, proceso que culminó en 1824 con la elección del presidente Guadalupe Victoria.
Desde entonces Santa Anna se convirtió en el «hombre fuerte» del país por espacio de treinta años, si bien su presencia formal al frente del poder político fue intermitente. Su prestigio militar se acrecentó cuando consiguió rechazar una expedición enviada por España con intención de reconquistar México y restaurar el régimen colonial; la victoria de Santa Anna sobre las tropas del general español Isidro Barradas en la Batalla de Tampico (1829) le valió un ascenso a general de división y la consideración de héroe de la patria.
Ya antes de ello se había dejado sentir el peso de la influencia de Santa Anna en el devenir político del país. En 1828 se opuso a la elección de Manuel Gómez Pedraza como sucesor del presidente Guadalupe Victoria (1824-1829) y aupó a Vicente Guerrero a la presidencia (abril-diciembre de 1829). Ayudó luego al vicepresidente de Guerrero, Anastasio Bustamante, a hacerse con la presidencia (1830-1832) y negoció luego su renuncia en favor del aspirante al que se había opuesto cuatro años antes, Manuel Gómez Pedraza (1832-1833). Este ininteligible reguero de intrigas y traiciones acompañó a Santa Anna como una sombra y ha permitido definir su trayectoria política como un mero arribismo sin ideología.
Finalmente, en 1833 asumió personalmente por primera vez la presidencia de la República y dio inicio a lo que podría llamarse sin rigor su primer mandato; de hecho, entre 1833 y 1835 asumió y cedió el cargo en cuatro ocasiones. Carente de ideas propias también en el poder, Santa Anna actuó como un demagogo populista. Empezó gobernando con los federalistas anticlericales, permitiendo las reformas liberales de su vicepresidente, Valentín Gómez Farías; luego se alió con los conservadores, centralistas y católicos, con los que tenía mayor afinidad, y en 1835 suprimió el régimen federal, aplastando por la fuerza a sus defensores.
Pero este refuerzo del centralismo tendría funestas consecuencias. El estado de Texas, territorio del extremo noreste de México con fuerte presencia de colonos anglosajones, se opuso a reducir su autonomía a la mínima expresión y reclamó el retorno a la constitución federal de 1824; rechazadas sus demandas, se desencadenó la rebelión. Santa Anna atacó Texas con su ejército, lo que implicaba enfrentarse también a los Estados Unidos, que prestaban apoyo a los rebeldes; obtuvo una célebre victoria en El Álamo (marzo de 1836), pero apenas un mes después sufrió una humillante derrota en San Jacinto.
El propio Santa Anna fue hecho prisionero, enviado a Washington y liberado por el presidente Andrew Jackson tras entrevistarse con él; para ello hubo de aceptar un tratado por el que reconocía la independencia de Texas y se comprometía a no emprender ninguna acción militar contra el nuevo estado. A su regreso a Veracruz, Antonio López de Santa Anna parecía militar y políticamente acabado; había perdido su prestigio militar, la presidencia y su ya escasa popularidad.
Sin embargo, la primera intervención francesa en México (1838-1839), motivada por una serie de reclamaciones económicas de Francia que había desoído el gobierno mexicano, dio a Santa Anna la oportunidad de redimirse: luchando contra la expedición militar que los franceses habían enviado a Veracruz, perdió una pierna en el combate y recuperó su carisma de héroe nacional.
Aprovechando esa popularidad, Santa Anna asumió otra vez la presidencia durante unos meses en 1839 (por ausencia del presidente Anastasio Bustamante) y volvió a erigirse en dictador en 1841-1842, pero fue obligado a dejar el poder ante la desastrosa situación económica que provocó su gobierno. Todavía ejerció la presidencia durante unos meses en 1843 y en 1844, pero entonces optó por una retirada interesada: los Estados Unidos planeaban la incorporación de Texas a la Unión y no quería que se recordase su deslucido papel; la estratagema, sin embargo, no pasó desapercibida, y el subsiguiente escándalo determinó su embarco a Cuba.
Al estallar la guerra entre México y Estados Unidos por la anexión a este país de la antigua provincia mexicana de Texas (independiente desde 1836), Antonio López de Santa Anna fue llamado por el presidente Valentín Gómez Farías y regresó de su exilio en Cuba para dirigir las hostilidades; durante la Guerra Mexicano-Estadounidense (1846-1848) volvería a ostentar la presidencia en 1847, en dos breves periodos.
Santa Anna, que se veía a sí mismo como el Napoleón de América, se negó desde el principio a negociar con Estados Unidos a pesar de su situación de inferioridad; los medios y organización del ejército mexicano eran obsoletos comparados con el estadounidense. Incapaz de frenar los avances norteamericanos, y perdiendo una batalla tras otra, provocó así la invasión estadounidense de Veracruz, Jalapa y Puebla (1846). En septiembre de 1847 evacuó la capital y, completamente derrotado, tuvo que aceptar el Tratado de Guadalupe-Hidalgo (1848), por el que México perdió casi la mitad de su territorio: a la definitiva pérdida de Texas hubo que sumar la de California, Arizona, Nuevo México, Nevada, Colorado y Utah.
Entre las razones por las que Santa Anna no suele gozar del aprecio de los historiadores mexicanos, el desastroso resultado de la Guerra Mexicano-Estadounidense es la más insoslayable. Puede argumentarse que no disponía de medios y que los norteamericanos hubieran practicado igualmente su política expansionista sin mediar el episodio de Texas, pero es indudable que su negativa a negociar revela una embotada percepción de sí mismo y una incomprensible miopía frente al poderío real de los países en conflicto.
Santa Anna partió otra vez al exilio, dejando atrás un país más empobrecido y con la misma inestabilidad política; los liberales ganaron posiciones, pero sus intentos de reforma no llegaban a buen término; las luchas políticas y los conflictos fronterizos se agudizaron. Llamado por los conservadores para hacer frente a la caótica situación, en 1853 regresó al país e inició un último mandato presidencial (1853-1855), que fue en realidad una dictadura personalista sin eufemismos: Santa Anna se otorgó el tratamiento de Su Alteza Serenísima y se erigió en presidente vitalicio por decreto. Dictó toda clase de impuestos en un vano intento de sanear las arcas públicas, amparó las corruptelas y persiguió a los opositores.
Tan nefasta política tuvo la virtud de aunar en el Plan de Ayutla las voluntades de los liberales, que derrocaron a Santa Anna en 1855. Exiliado en Colombia, Santa Anna perdió definitivamente (aunque no tuvo conciencia de ello) toda su influencia y poder político. Todavía volvió a México en dos ocasiones: la primera durante la ocupación francesa y el Imperio de Maximiliano I de México (1864-1867), que le hizo mariscal (también entonces intentó sin éxito recuperar el poder); y la última en 1874, cuando, después de la muerte de Benito Juárez, el presidente Sebastián Lerdo de Tejada autorizó su regreso a la patria. Pasó sus últimos años pobre, ciego y olvidado por todos.

Mapas de la Fase de Guerrillas.



Autoría: 
María Fernanda #28
Daniela #33

Comentarios

  1. En esta última fase el copiado estuvo infame ya que se hablo hasta mas alla de Santa Anna y era hasta la tercera etapa de la independencia cuidado con su trabajo

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